Me contaba ayer una de mis mejores amigas, con un nudo en la garganta y una tristeza que traspasaba al otro lado del teléfono, que su perrita “Foxy” estaba muy enferma y el veterinario le daba pocas posibilidades de vida, con lo cual la mejor opción era “dormirla”.
Mientras escuchaba la noticia, me ponía a pensar lo cabrona que es la vida, porque primero nos da algo y luego así como llegó, nos lo pide de regreso.
A más de alguno le parecerá mucho drama el de: “llorar por un perro” y a decir verdad, a mí también hace algún tiempo me hubiera parecido lo mismo, pero es que ..A quién no le duele perder algo/alguien que cree le pertenece?
“Foxy” fue cuidada con cariño y respetada (tratada como lo que es, un perro) por sus dueños. Durante este tiempo ha acompañado a mi amiga en su proceso de mudanza de Holanda a Bélgica, ha sido parte de su rutina diaria ( sacarla para que hiciera de sus necesidades , ir a comprarle su comida, darle una paseadita por el bosque…) como quiera que sea ha formado parte importante en su hogar … sin embargo, parece que se acerca el momento de decir: adiós !.Un adiós agridulce, por el sabor que deja lo que pudiera ser su partida y por el otro lado el de la satisfacción de haber podido darle una segunda oportunidad, a esa perrita asustada, que fue rescatada del bosque hace quince años.
Extrapolando la situación a otro tipo de pérdidas (familiares, laborales, de salud…) me pongo a pensar en lo vulnerable de nuestra naturaleza y en esos regalos con extrañas envolturas que puede no hayan sido deseados, escogidos o invitados, pero que simplemente cuando los recibimos, fue para inadvertidamente quedarse en un espacio de nuestro corazón, donde en ocasiones, no hay cabida ni para la razón.

Hasta llore!!! me encanta
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Era con dedicatoria !! 🙂
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